Ramón de España cumplió lo prometido. Su primera advertencia al aceptar la invitación de Impulso Ciudadano para ser el siguiente ilustre invitado de la segunda edición de nuestras tertulias fue que no esperásemos un contertulio al uso y que contaba con nuestro beneplácito para sentirse a gusto y entre amigos y comportarse en consecuencia. Así fue. Tras la correspondiente bienvenida de nuestro amigo Florencio García, presidente de la Casa de Madrid, y la presentación y agradecimiento de José Domingo, presidente de Impulso Ciudadano, Ramón de España se lanzó a una lúcida y divertida disección de la triste realidad de ésta, en palabras del poeta, nuestra pobre, sucia, triste y desdichada pequeña patria catalana. Oscilando desinhibido entre la ironía y el cotilleo de sociedad, Ramón de España intentó aportar su respuesta a la que se convertiría en la gran pregunta que vertebró la velada: ¿cómo hemos llegado a esto? Como buen satirista, nuestro invitado se mostró más interesado en dibujar el perfil de los personajes protagonistas de esta farsa en la que se ha convertido la política catalana que en el debate ideológico y el análisis político. Al fin y al cabo, carácter es destino, y las ambiciones, intereses y miserias de la alta burguesia catalana, su control no sólo de la esfera nacionalista, sino de un PSC que ha vampirizado a sus votantes naturales, ocuparon buena parte de su análisis. Nos habló también de la génesis de su libro, como éste había nacido de la necesidad de hacer oír su voz y denunciar la violencia subterranea de un nacionalismo que nos fuerza a posicionarnos y a entrar en debates a los que ni tan siquiera nos habríamos acercado en un ámbiente de verdadera libertad. Pero Ramón, nos lo había advertido, no venía a vendernos su libro, el agudo y divertido Manicomio catalán, sino a provocar a los asistentes y a debatir con ellos. Los presentes aceptaron el reto y complementaron, rebatieron, apoyaron o negaron en un ambiente alegre y cordial, los apuntes del autor. Algunos recordaron con nostalgia la mutación de la izquierda desde el internacionalismo y el movimiento obrero del tardofranquismo y la transición al yermo ideológico presente, otros reivindicaron la lucidez del pensamiento liberal y conservador a la hora de detectar y prevenir con décadas de ventaja los males que hoy nos achacan. Hubo debate, hubo acuerdo y desacuerdo, pero hubo, sobre todo, la melancólica certeza de compartir un
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