por JOSÉ DOMINGO --- Jordi Évole, corrosivo como el ácido, sabe sacar lo mejor y lo peor de sus entrevistados. Con su sonrisa irónica, su sencillez de barrio, logra establecer un grado de complicidad que facilita la confesión del que habla, desnudando, a la vez, al que calla, porque el huidizo se retrata inexorablemente con sus atronadores silencios. Leer más...
por JOSÉ DOMINGO --- El aniversario del referendo constitucional nos lleva a echar la vista atrás y calibrar la vigencia de la Constitución. Pedir rigor en el análisis y conclusiones a las formaciones nacionalistas es como pretender que un ultrasur o un boixo noi valoren con objetividad un penalti al borde del área en un Madrid-Barcelona. Misión imposible. Leer más
por JOSÉ DOMINGO --- En la Cataluña milenaria, a la que se refería Artur Mas en su primer discurso institucional como presidente de la Generalidad, el primer nacido en el año 2011 se llama Jasmine, y es una mataronesa hija de marroquíes. Esa misma nacionalidad disfrutan los padres de Belkhir, que llegó a las 0:17 horas en la provincia de Tarragona, concretamente en el Hospital Virgen de la Cinta de Tortosa. Leer más...
por JOSÉ DOMINGO -- Han descubierto la sopa de cebolla. Según la última encuesta del Centre d’Estudis d’Opinió, dependiente de la Generalidad, los castellanohablantes son más reacios a votar a favor de la independencia de Cataluña que los catalanohablantes. De todas maneras, los nacionalistas han empezado a trabajar para cambiar ese resultado. Les va el referéndum, consulta o plebiscito en ello. Ya lo dijo Artur Mas en una convención de empresarios en Tarragona: "cuando tengamos una mayoría social que entienda el porqué, ya encontraremos el cómo”. El porqué lo están fabricando y por eso intentan atenuar posibles reticencias o inquietudes de la comunidad lingüística castellanohablante. El propio Artur Mas en el último debate de política general recordaba que el castellano es también un patrimonio de Cataluña y Omnium Cultural (vaso comunicante de CiU) afirmaba en la reciente “Declaración de Santa Coloma de Gramanet” que en el nuevo Estado el catalán sería la lengua propia y de cohesión, pero que no se debía olvidar que la lengua castellana es patrimonio cultural del país (por Cataluña). Por cierto, esta declaración se presentó en Santa Coloma para conmemorar que fue en esta ciudad donde se iniciaron a principio de los años ochenta las políticas de inmersión lingüística. No es casual que haya sido esta ciudad la elegida para vestir de largo a Omnium como entidad declaradamente secesionista. Al hilo de esto último ¿por qué asistieron a ese acto la vicepresidenta de Unió, Joana Ortega, y los socialistas Antoni Castells y Joan Ignasi Elena, si sus partidos no son independentistas? Estas intenciones son tramposas. Dejando de lado la marginación que sufren los castellanohablantes en la escuela pública y concertada catalana y en la administración autonómica, todavía está presente la polémica que desató el presidente del Consejo Nacional de la Cultura y las Artes (CONCA), Carles Duarte a raíz de considerar injusto que no se pudiese conceder el “Premio Nacional de Cultura” a los escritores catalanes de lengua castellana. ¿Creen que si de verdad se considerara el castellano como patrimonio cultural de Cataluña sería necesario a estas alturas reclamar ese reconocimiento? Lamentablemente, gran parte de la clase política catalana y de las entidades que le dan apoyo marginan, cuando no desprecian profundamente por traidores, a Juan Marsé, a Luis Goytisolo, a Ana María Matute, a Carlos Ruiz Zafón o a Eduardo Mendoza y a tantos otros que utilizan el castellano como lengua de cultura. Partiendo
por OLEGARIO ORTEGA -- ‘Desgraciadamente, en esta Cataluña, se materializa el tocomocho a cuatro actores, también llamado ‘PUC’. Las opciones reales son nacionalismo o constitucionalismo: el primero con envoltorios a la medida, el segundo, escaso de encontrar y satanizado por los voceros. Los que hemos aprendido a entender la política en términos de derecha y de izquierda, ya no podemos ejercer. Nos han llevado al terreno pre político, al de “lo primero es existir”; una vez conseguido, ya nos organizaremos entre derechas e izquierdas’. Olegario Ortega Apreciado, me pides que te dé mi opinión sobre el manifiesto federalismo e izquierdas. Ahí va una primera reflexión. CiU (y creo que todo el nacionalismo pensante, excluyendo a los rapados vocingleros), ERC, ICV-EUiA y PSC, están exponiendo un mismo y único proyecto, a pesar de las diferencias aparentes. Vuelven a actuar como Partido Único de Cataluña, si es que acaso han dejado de ir en el mismo barco desde el inicio de la democracia. CiU está tratando de no ser sobrepasada electoralmente por ERC, de ahí su fachada de radicalismo mesiánico. Pero su verdadera propuesta política la está llamando ahora “Estado propio”. ERC propone simplemente la independencia, sin matices. Resulta difícil encontrar diferencias entre ambas propuestas, pero se explica la diferencia de lenguaje y de énfasis debido al historial de ambos partidos y a la percepción genérica del electorado. Por decirlo mediante analogía, ERC actúa de juventudes de CiU, actúa sin complejos y es la proa del barco, tiene poco que perder y mucho que ganar ante un electorado cada vez más caliente y menos entendedor de lo que está pasando en profundidad. CiU actúa como el hermano mayor que debe sujetar el atrevimiento de la juventud y de la inexperiencia, pero sabiendo que los intereses de la familia son los mismos, y eso requiere prudente administración. El único problema que tiene el PSC es que se ha roto el mito. Su electorado ya ha percibido que el PSC no es el PSOE en Cataluña, que es un partido más del aparato nacionalista y por tanto, que si le vota, lo que hace es reforzar al nacionalismo, vía directa o indirecta. Su situación actual es dramática, próxima a la de un partido marginal. Eso no es una tragedia para el partido, lo es para un electorado que ha sido engañado y timado reiteradamente, a lo largo de su existencia, desde la reunificación. Como
El Pais 05 octubre 2012 Una de las afirmaciones más repetidas por la prensa catalana en estos tiempos de efervescencia independentista es que el expolio fiscal que sufre Cataluña no tiene parangón en ningún lugar del mundo. Como muestra, valga un botón. En un artículo reciente en La Vanguardia, mi buen amigo Germà Bel equiparaba a los territorios con déficits fiscales similares al catalán con los cisnes negros: no es imposible que se encuentre alguno, pero desde luego se trataría de un fenómeno muy raro. El artículo del profesor Bel reavivó en mí una perplejidad recurrente. No termino de entender la facilidad con la que gente por lo demás muy sensata sostiene o acepta afirmaciones tan improbables como esta sin ofrecer o exigir evidencia medianamente consistente de que las cosas son como se dice. El fervor patriótico tiene efectos curiosos sobre las reglas de la lógica, que quedan en suspenso siempre que se trata de defender la causa. La tesis del expolio sin parangón resulta en principio poco plausible porque el sistema fiscal español no difiere de los existentes en otros países de una forma que haga presagiar un especial maltrato a nuestras regiones más ricas. Si excluimos a los territorios forales, es cierto que tenemos un sistema de financiación regional más igualitario que el de Estados Unidos, pero no muy distinto en términos de sus resultados del australiano o el alemán, o de la situación imperante en Estados centralizados como Francia. También es cierto que nuestra inversión pública ha sido más redistributiva de lo razonable durante décadas, pero no somos el único país que tiene este problema y, en cualquier caso, el impacto de la inversión sobre el grado de progresividad del conjunto del gasto estatal es limitado debido a su reducido peso (un 7,6% en 2009). Por otra parte, y excluyendo una vez más a Estados Unidos, España presenta un nivel de gasto social comparativamente reducido, lo que tiende a limitar la redistribución de la renta entre individuos y, por tanto, entre territorios. Teniendo en cuenta todo esto, cabe esperar que los déficits fiscales de las regiones ricas españolas (excluyendo a las forales) sean mayores que los de territorios similares en Estados Unidos y posiblemente en otros países anglosajones, pero no que los de sus homólogas en la Europa continental —incluyendo ciertamente a Alemania, donde, por mucho que se repita lo contrario, no existe límite legal alguno al