En Cataluña habrá un antes y un después a partir del domingo 19 de marzo de 2017, fecha en la que miles de ciudadanos catalanes protagonizamos una manifestación por las calles de Barcelona, seguramente de las más multitudinarias que se hayan visto en los últimos tiempos de las convocadas por las organizaciones catalanas afines a la unidad de España.
Este día, bajo el lema “Por la libertad, la democracia y la convivencia”, miles de personas dejamos el miedo y algunos infundados complejos en casa para expresar mostrar nuestro profundo hartazgo, consecuencia de incontables atropellos contra nuestra libertad a manos de un grupo de presuntos delincuentes parapetados detrás de una bandera y cuatro slogans.
Al amparo y abusando de su inmunidad gubernativa, este grupo de políticos y sus cómplices han fracturado a la sociedad catalana, han dividido familias y han provocado el quebranto de entrañables amistades, entre otras lamentables actuaciones. Igualmente han desviado cantidades indeterminadas, provenientes de nuestros impuestos, para alimentar a un inmenso tinglado de organizaciones con sus respectivos militantes, quienes actualmente viven de y para promover el enfrentamiento entre los propios catalanes así como de estos con el resto de españoles. He allí el motivo de la indignación. Esas son algunas de las razones que nos han llevado a las calles de Barcelona para expresar nuestra total repulsa hacia ellos.
Y aunque hasta ahora existía una especie de autocensura, de veto autoimpuesto empleado por los ciudadanos no conformes con los separatistas como recurso para evitar ser víctima del apartheid civil que estos aplican, la excelente noticia es que eso cambió, ese miedo se esfumó, desapareció. Este pasado domingo miles de demócratas decidimos pasarle por encima a la intolerancia, al sectarismo y al odio que ellos fomentan.
No ha funcionado. No ha servido para nada la maligna estrategia mediante la cual el separatismo catalán pretende convertir en una especie de apestado social, de indeseable patriotero pro-franquista a cualquier persona que no se pliegue mansamente a su proyecto. Pero, muy a su pesar, esta vez no funcionó ni siquiera el burdo intento de amedrentamiento por parte de los mercenarios de la estelada dedicados a fotografiar, desde un estratégico emplazamiento como lo son los balcones de “Plataforma per la Llengua” ubicados al borde la Vía Layetana, a quienes desfilábamos por nuestra milenaria avenida denunciando sus vergüenzas. Fotografiaron una vez más nuestras caras, a mucha honra, pero eso ya no les va a servir de nada.
Felicitémonos pues porque esa parte de los catalanes hasta ahora silente, en el anonimato, dijimos alto y claro este domingo: hasta aquí habéis llegado, no más complejos, no seguiremos callando. Y para lograr esta magnífica movilización, además, no han hecho falta grandes presupuestos ni costosas campañas publicitarias ya que como todo el mundo sabe tanto Societat Civil Catalana como el resto de organizaciones implicadas, dependen exclusivamente de sus afiliados y simpatizantes para financiar sus gastos.
Ha sido un día memorable. Pese a la tibieza de muchos pero gracias al empuje valiente de relativamente pocos, la voz ciudadana de quienes nos sentimos catalanes, españoles y europeos, todo a la vez, se dejó sentir el pasado domingo en la calles de nuestra ciudad condal.
Aquí estamos, ciudadanos anónimos, sin subvenciones millonarias, sin 3%, sin acceso a los grandes medios de comunicación, sin liderazgos carismáticos. No nos hacen falta.
Aquí seguiremos defendiendo la libertad, la democracia y la convivencia en Cataluña. Se acabó el silencio.